Mentiras, ¿piadosas?
La mentira nos salva.
Del dolor de la verdad, del miedo a enfrentarnos a algo, de mirar de frente.
Interpretamos y reinterpretamos contándonos mentiras piadosas en honor a la supervivencia y, seguramente, también nos acostumbramos a hacerlo con los demás.
Todo inconsciente y todo por proteger y/o protegernos.
Pero las mentiras tienen las patas muy cortas.
Hace unos meses me cruce con una persona deshonesta que engañaba con sus servicios altas cantidades de dinero. Tras la sorpresa y las decisiones pertinentes quise ir a lo práctico: ¿para qué me estaba encontrando en el entorno con alguien así? ¿A quién estaba estafando yo para que esta persona me lo reflejase?
Adivinas, ¿no? A mí misma.
Estaba en un momento vulnerable donde estaba conectando con el síndrome del impostor.
Una alta carga de trabajo me conectó, en un momento delicado, con el miedo a no llegar a todo y defraudar y con ello al síndrome del impostor. ¿Me quedaba todo aquello demasiado grande? Ese era el pensamiento de desvalorización que desató todo lo demás.
Encontrarme con esta experiencia me mostró algo que yo no quería mirar, como suele pasarnos en estos casos, ¿verdad? La resistencia es lo contrario de la felicidad, sino eres feliz es porque te resistes a ver algo, remind it!
Y es que siempre que alguien me pregunta cómo puede terminar con el síndrome del impostor, es una de las cosas en las que debe observarse: qué se está resistiendo a mirar.
Hay una mentira que está tomando los hilos del asunto, una falsa creencia sobre dar y recibir amor. Puede ir relacionada con el merecimiento, fidelidad familiar, desvalorización,… ¿quién da más?
Si el amor tiene condiciones, la abundancia también.
Nos pasamos media vida actuando y disimulando si hacemos algo que creemos que está mal. Juzgándonos a nosotros y a los demás. Comparando, culpándonos… Que agotador, ¿no crees?
El mecanismo de defensa que nos hace encontrar el amor
El o la infiel miente por no perder un amor más seguro
Se miente a sí mismo por confundir lo que es el amor
El o la adictx a las drogas miente para que no le descubran porque sabe que le pueden juzgar.
Miente para que le quieran porque si lo cuenta cree que no le van a querer
El infiel piensa que es una vez y tiene el control de la situación
El adicto se refugia en las drogas por falta de amor a sí mismo
El adicto protege su droga porque es lo que le ha estado dando amor hasta ahora.
El o la engañada se siente vulneradx y busca fuera el amor que no se da a sí mismx.
La engañada justifica y no condena ni dice ni cuenta porque no quiere ver la mentira
Porque, además, reconocer que la mienten es reconocer que se miente a sí misma en su propio discurso permisivo.
La mentira va asociada a la creencia limitante que cada uno tiene por su historia personal y familiar. Es no querer aceptar por pánico a perder.
Ocurre lo mismo con el mecanismo de la abundancia. Tenemos tanto miedo a perder, que no nos abrimos a recibir a corazón abierto.
La inercia de interpretar y mentirnos a nosotros mismos
Aceptar y cambiar es lo que más molesta. Mirar de frente a lo que hay es plenamente incómodo.
Y nosotros, como el/la adictx o el/la infiel también nos engañamos en nuestros negocios.
Estamos acostumbrados a justificar todo, a racionalizar cada paso, pensar con la cabeza fría… Que solo nos damos cuenta cuando estamos tocando fondo.
Si cíclicamente aparece el síndrome del impostor en tu vida, pregúntate…
¿En qué te estás engañando a ti misma?
¿En qué te sientes vulnerable o vulnerada?
¿Para qué crees que te tienes que sentir así? ¿Qué debes aprender de esa experiencia?
Y la más importante… ¿Qué harás para volver a poner el foco del amor el ti?
Enfocar el amor hacia nosotros desde la honestidad, hace que las creencias limitantes se vuelvan locas y bajen de intensidad.
Ayer mi amigo Julio Angulo, el mejor constelador familiar de Canarias, me compartió esta frase de Rumi por whatsapp: Tu tarea no es buscar el amor, sino buscar y encontrar las barreras dentro de ti mismo que has construido contra él.
Me parece que todo se resume en esto…
Las adicciones emocionales al victimismo y a la culpa hacen que el síndrome del impostor sea el motor de nuestra comodidad.
Me encantaría que me contases si habías visto esto así alguna vez y si te ha servido el post.
Un beso enorme
Banda sonora del post: Scared to be lonely